A veces la acumulación de estrés puede hacer que uno pierda los estribos. Y con demasiada frecuencia son los niños los que reciben las consecuencias de los arrebatos de ira. Para algunas familias, se trata de un incidente aislado después del cual todos recuperan su compostura y continúan con sus actividades diarias. Para otras, las explosiones de ira se hacen cada vez más frecuentes, pudiendo crear comportamientos problemáticos en los niños.
Una vez que se ha encolerizado con su hijo, fácilmente puede volverlo a hacer. Cuanto más aprenda sobre el estrés y las diferentes formas de manejar su enojo, tanto más preparado estará para reaccionar de una manera más constructiva.
En muchas familias, hasta los ritos y las rutinas diarias crean grandes tensiones. Con frecuencia las áreas de conflicto se centran alrededor de los quehaceres domésticos, las tareas escolares, las comidas, las relaciones entre hermanos, y la hora de acostarse. Un buen punto de partida consiste en decidir cuáles comportamientos resultan más difíciles para usted y luego hacer una lista de reglas, con consecuencias apropiadas, para abordar esos comportamientos. Asegúrese de establecer reglas claras y aplicarlas de manera uniforme.
Resulta útil redefinir aquellas cosas que sean más importantes para usted y luego priorizarlas. Por ejemplo, si para usted lo más importante es salir de la casa puntualmente por las mañanas, entonces quizás no siempre sea posible arreglar las camas. La planificación anticipada es sumamente útil y con frecuencia le puede ayudar a transformar las tareas rutinarias en tiempo más productivo. Por ejemplo, el elegir con su hijo desde la noche anterior la ropa que se va a poner el día siguiente puede permitir que se rían juntos sobre ropa que no hace juego en lugar de crear un desacuerdo seguro por la mañana.
Uno tiene mayores probabilidades de perder la paciencia cuando está cansado o está sobrecargado de trabajo. Procure estar consciente de sus limitaciones y reconocer cuando empieza a sentirse abrumado. Antes de salir para su casa, tome un descanso, salga a caminar, o haga planes para un placentero evento a realizarse en el futuro. Hable con sus amigos, con su familia y con el responsable del cuidado de su hijo para informarles cómo se siente. Ellos posiblemente le ayuden a comprender sus sentimientos y apartar tiempo para atender sus propias necesidades.
El primer paso para todo padre es identificar como enojo el sentimiento que está experimentando. En algunas situaciones, una comprensión de la etapa de desarrollo de su niño puede ayudarlo a evitar enojarse con él. El escuchar durante largos períodos de tiempo el llanto incesante de su niño pequeño puede hacer que usted se enoje con él, pero el enojo realmente es la consecuencia de sentimientos de frustración e impotencia al no saber cómo apaciguar a su bebé. Una expresión directa de ira con su bebé no ayudará en nada. De la misma manera, su niño de edad preescolar no rompió a propósito el plato y su adolescente de 12 años no dejó olvidada deliberadamente su chaqueta en la escuela. La mayor parte de su enojo es consigo mismo por no poder controlar la situación.
No todas las instancias de enojo se consideran perjudiciales si se utilizan de una manera constructiva para cambiar aquellas cosas que no le gustan. Con los niños de edad preescolar y mayores, se puede hablar después, disculparse el uno con el otro y reconocer que en la vida siempre habrá desacuerdos. Posiblemente existan mejores formas de arreglar las cosas; asimismo, si posteriormente reflexiona puede ver un poco de humor en una discusión. Inicie en su familia la costumbre de discutir siempre las cosas cuando haya pasado el calor del momento.
Si usted ya ha dejado de enfocar el problema inmediato, quiere decir que la ira se ha apoderado de la situación. Deje por fuera los demás problemas, los conflictos anteriores con su hijo y el estrés que se ha acumulado durante el día para concentrarse exclusivamente en la situación del momento. Apenas sienta que su enojo es inapropiado o que ya no es productivo, debe retirarse. Posiblemente resulte mejor ir a otra habitación para calmarse o recurrir a sus redes de contactos y así tener un poco de tiempo para estar a solas.
Para muchas familias, la alegría de los días feriados se combina con las tensiones producidas por los planes de visitar a los parientes, los cambios en las rutinas familiares, el ajetreo del viaje, las visitas a las tiendas y los consejos no solicitados. Puede ser difícil conservar el espíritu de la época cuando uno tiene que adaptarse a tantos cambios. Después de la emoción inicial, por lo general empieza a sentirse el estrés. No importa cuánto se esfuerce o cuántos planes haya hecho de antemano, siempre habrá momentos sumamente frustrantes, bochornosos o totalmente imprevistos. Para reducir el estrés, he aquí algunas sugerencias que conviene tener en cuenta.
Hable de antemano con sus amigos y sus parientes para averiguar exactamente cuáles son los planes. Esto hará posible determinar cuáles arreglos o comidas especiales serán necesarios. Si piensa viajar, lleve lo esencial juntamente con algunos juguetes favoritos del niño y unos bocadillos especiales que le ayudarán a éste a aguantar el retraso en las comidas. Pida por adelantado ayuda para atender las necesidades de su hijo en un lugar fuera del hogar y, una vez que haya llegado a su destino, afloje un poco las reglas y las restricciones. En una situación temporal, es aceptable que su hijo se acueste más tarde o que se le dé un bocadillo especial. Sobre todo, conserve su sentido del humor para asegurar que las vacaciones sean divertidas.
"La ira es un sentimiento normal; no es ni buena ni mala. Lo que puede ser 'buena' o 'mala' - beneficiosa o perjudicial a uno mismo o a sus hijos - es la forma en que se expresa la ira."
- Larry Frey, Gateway Counseling Services
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